Así es que vivo solo, desde el sábado: trabajar, no me interesa; prefiero quedarme así, contemplando el retrato de Gardel y el calendario viejo pegado a esa pared, y de vez en cuando, salir y sentarme en el café, a ver pasar la gente por la calle. Los viejos se miran entre ellos y murmuran «Pobre Luis». Yo contemplo la calle, como un poco de pan viejo que me dan los vecinos,—a veces me ofrecen también un poco de carne asada,—y veo venir este verano, como han venido otros, imperceptiblemente.
Teresa Porzecanski, « Letra para cinco canciones », Primeros cuentos